A la caza de la memoria de L’Aquila
María José Ramírez
Venecia | Septiembre 2010
La madrugada del 6 de abril de 2009, un fuerte terremoto destrozó la ciudad de L’Aquila, en la región italiana de Abruzzo, y acabó con la vida de 308 personas.
El documental Un’anno dopo (Un año después) es la primera fase del proyecto Memory Hunters (Cazadores de memoria) que ha puesto en marcha un grupo de estudiantes de la Academia de la Imagen para dar testimonio de la recuperación no sólo de la ciudad, sino también de la identidad de sus habitantes.
Aquel seísmo hizo que L’Aquila perdiera iglesias, monumentos, edificios públicos y viviendas, y dejó a 67.000 personas sin techo. De ellas, sólo la mitad han sido realojadas por el Estado en casas nuevas a las afueras del centro urbano, mientras que el resto siguen residiendo en casas de amigos o familiares o viviendo en situaciones bastante precarias. Lejos quedaron las promesas del presidente del Gobierno, Silvio Berlusconi, de dar a todos una vivienda nueva.
El casco histórico de la ciudad, de un gran valor artístico y auténtico motor de la economía del lugar, prácticamente no existe. Tiendas destruidas, restaurantes y hoteles cerrados y la vida social de L’Aquila desaparecida por completo. ¿Qué se ha hecho para mejorar el desastroso estado en que el terremoto dejó la ciudad?
Los estudiantes Danilo Barozzi, Sebastiano Cantalupo, Marco Castellani, Fabio Ciotti, Antonio Iacobone, Stefano Ianni, Carlo Liberatore, Cosimo Gabriele Scarano, Antonio Moscaggiura, Alessandro Venuto y Antonella Deplano lo han querido contar en imágenes. Han sido guiados por el director de cine y documentalista Gianfranco Rosi (nacido en Asmara, Eritrea, y residente en Estambul y Estados Unidos antes de recalar en Roma), autor de filmes como Below Sea Level (2008) y El Sicario Room 164 (2010).
El resultado, que ha podido verse en el recientemente clausurado Festival de Cine de Venecia, es Un’anno dopo, un documental que trata de mostrar, a través de testimonios, de silencios y de imágenes, cómo una ciudad se reinventa y cómo afectó aquel seísmo a las personas que se vieron envueltas una madrugada en una gran catástrofe natural.
“Somos un grupo de 10 chicos, de entre 21 y 25 años, estudiantes de tercer curso de la Accademia dell’Immagine de L’Aquila, en la región de Abruzzo”, explica Carlo Liberatore. “Este año la academia ha decidido, en colaboración con el Centro Experimental de Cinematografía y otras asociaciones, hacer un proyecto que documentara a lo largo de los años la evolución de la población y de los espacios de la ciudad tras el terremoto.»
Ha sido un trabajo en equipo pero individual: «Cada uno de nosotros ha seguido una historia personal y después, éstas han sido condensadas en un único documental de 25 minutos que narra lo que ha pasado a lo largo de este año. El nuestro ha sido un punto de vista humano, unas reflexiones sobre la pérdida de la identidad de las personas, siempre relacionadas con los espacios. Hemos dado mucha importancia a los espacios que han sido destruidos y que han negado la cotidianidad a las personas”, detalla el estudiante.
“El documental responde a un sentimiento personal, no pretendemos hacer justicia»
La idea surgió, en palabras de Marco Castellani, de un sentimiento de necesidad: “Un hecho tan importante no podía quedarse en los periódicos, en el ámbito político o en televisión, sino que también necesitaba desarrollarse en un espacio diferente. Nosotros, estudiantes, aportamos nuestras ieas gracias a la supervisión de Gianfranco Rosi, a través de un proyecto que ha iniciado él en la escuela. Hemos recogido testimonios de personas afectadas por el terremoto y hemos intentado trasladarlo todo al lenguaje del cine”.
Hablar de los silencios
“Nuestro punto de vista en el documental ha intentado ser diferente al que se la ha dado en televisión o en prensa” ―prosigue Castellani― “no viéndolo desde fuera, lejano, sino con un ojo que sólo mira y cuenta. Hemos dado mucho más protagonismo a la imagen que a los testimonios; de hecho, las pocas palabras que recoge el vídeo forman parte de alguna experiencia, algún recuerdo, pero el documental no es una historia narrada, sino una historia visual”.
El objetivo parece claro: “El documental responde a un sentimiento personal, no pretendemos hacer justicia”, dice Danilo Barozzi:. “Y quizás esto sea así por la forma en la que hemos decidido hacerlo: partiendo de la voz a las cosas que ves todos los días: la plaza a la que no puedes ir más, una señora que está sin casa, un señor que vive en un módulo habitable, el autobús que pasa entre los escombros…”
Su compañero Carlo Liberatore agrega: “No hablan tanto las personas como los silencios y los momentos de pausa, y éstos, usados en el cine, te permiten traducir el punto de vista de una persona que debe superar una tragedia de este tipo. Hacer el documental ha sido algo muy bonito y muy enriquecedor a nivel humano porque, desgraciadamente, cuando se cuenta una tragedia tan fuerte existen sentimientos universales que tocas con la mano y entiendes realmente cuál es el sentido de la cotidianidad negada, de los lugares y de cómo las personas vivían esos lugares.”
Ante la pregunta de si el documental pretende sensibilizar al público extranjero o concienciar más al italiano, Danilo Barozzi responde: “No es una cuestión de sensibilizar. Lo que hemos querido hacer es mostrar las cosas como son. Luego, según como uno lo vea, como uno lo sienta, puede ser conmovido más o menos, pero por una cuestión más personal”.
«Nosotros hemos contado la memoria y esperamos que ellos cuenten un paso más, el de la reconstrucción”
“Esta tragedia engloba en sí misma emociones y sentimientos que son comunes a otras tragedias que suceden en el mundo; puedes captar rápidamente la sensación de desequilibrio que es común a tantas personas que viven estas tragedias cada día”, interviene Liberatore. “Es importante para L’Aquila tener un documento visual de este tipo, porque ellos en primera persona deben reencontrarse con los espacios de los que les ha privado algo tan inevitable como el terremoto”.
Por otra parte, Barozzi confía en esta obra como antídoto contra el olvido: “La televisión no puede ir más allá, porque cuenta lo sucedido desde la alarma, insistiendo en las consecuencias más inmediatas y abandonando lo que es la realidad actual. Y la idea de este documental es que cada año continúe, que cada vez sea un producto nuevo que vaya en busca de nuevas miradas. Lo importante es que con los años se pueda tener un documento lo más fiel posible a la realidad y que muestre la evolución de la gente”.
Pero el proyecto no queda aquí. Para Liberatore, “la próxima etapa se hará el curso que viene. Dejamos el testimonio a los estudiantes del próximo año, aunque nuestro deseo es que se siga más o menos la dirección que hemos tomado, de forma que se siga contando cómo se reconstruye L’Aquila. Nosotros hemos contado la memoria y esperamos que ellos cuenten un paso más, el de la reconstrucción”.
Marco Castellani apunta que el departamento de cine del Ministerio de Bienes Culturales ha subvencionado el documental, y Gianfranco Rosi agrega que “también ha habido una aportación del Centro Experimental de Cinematografía. La idea era hacer un documental que se prolongue con los años y sólo un organismo como la Academia de la Imagen podía llevar a cabo un proyecto de tales características. Ningún director podría ponerse a hacer una película de dos, tres o cinco años que reconstruyera año tras año la evolución de un lugar”.
«El documental tiene una mirada política en el sentido que subraya la pérdida de identidad de un lugar»
Al conocer la catástrofe, el presidente Berlusconi declaró que en L’Aquila se había instalado un “camping de fin de semana” para todos los que habían perdido su casa. Es posible que haya cambiado de opinión cuando un año después siguen los trabajos de reconstrucción. “No queremos darle al documental un punto de vista demasiado político, porque quizás no estamos en las condiciones de podérselo dar”, admite Liberatore. “Pero lo que es importante es que la reconstrucción debe ser algo obligatorio para todos los habitantes de L’Aquila porque el espacio arquitectónico de la ciudad no significa sólo un edificio sino una forma de vivir la vida”.
Gianfranco Rosi matiza: “Por supuesto que el documental tiene una mirada política en el sentido que subraya la pérdida de identidad de un lugar. Y queda claro desde el nombre del proyecto, Memory Hunters, unos cazadores que a través de la memoria tratan de reconstruir la identidad de un sitio. Tras el terremoto, la pérdida desgraciadamente no es sólo de personas, sino también de la esencia de una ciudad y en el documental los silencios lo reflejan perfectamente».
«Al final del vídeo se ven unas imágenes del centro comercial que está alejado del centro urbano y que se ha convertido en la nueva identidad de la ciudad. El contraste de la destrucción de los edificios y la vida del centro comercial me parece un buen golpe político, aunque hemos decidido no lanzar el mensaje a gritos, no es necesario», y aporta el cineasta un ejemplo.
«Antes la gente hacía vida cultural en el casco histórico y ahora van al centro comercial a comprar. ¿Y este será el futuro de una ciudad de tanta riqueza artística? Ahí el documental hace una gran crítica. Las escenas hablan por sí solas y por lo tanto no hay necesidad de gritarlo; hemos elegido una mirada más cinematográfica, de mostrar el contraste entre lo que había y lo que hay ahora. Y ese mensaje es suficiente”, concluye Rosi.