Entrevista

Jaume Sisa

«Aspiro a una Cataluña galáctica que se disuelva en sí misma»

Alejandro Luque
Alejandro Luque
· 15 minutos
Jaume Sisa (Barcelona, Oct 2019) | © Alejandro Luque / M’Sur

Barcelona  |  Octubre 2019

Cuando muchos se apresuraban a encerrarlo en el panteón de los clásicos vivos, Jaume Sisa (Poble Sec, Barcelona, 1948) ha vuelto a dar signos de inusitada vitalidad, especialmente desde los escaparates de las librerías. La editorial Anagrama ha publicado en dos volúmenes sus escritos completos bajo el título Els llibres galàctics, y Norma un cómic realizado por JM Polls y Manu Ripoll, Sisa, los años galácticos, donde se repasa su trayectoria musical y la convivencia, no siempre fácil, de sus distintos heterónimos: el biógrafo Ventura Mestres, el cantante Ricardo Solfa, el compositor Armando Llamado o ‘El Viajante’.

El encuentro se produce en un bar próximo a su domicilio barcelonés, en la víspera de la sentencia del Procès. Sisa, con la vista muy mermada pero el oído y el sentido del humor intactos, exige el tuteo mientras empieza a contar cómo es un día normal en su vida: “No tengo una rutina concreta. Casi no escucho música, todo me suena muy repetido. Solo miro por la ventana durante un buen rato cada día. Eso me da la fuerza necesaria para seguir viviendo. No a la gente, miro al cielo”.

Querría empezar preguntándole por cierta leyenda que circulaba por ahí, según la cual usted nació en un barco… ¿sería hermoso afiliarse al Mediterráneo como patria?

No, el que nació en un barco es Ricardo Solfa. Es naonato, porque su padre tocaba en la orquestina del barco, y en uno de esos cruceros en los que trabajaba, embarcó su madre también, que estaba ya embarazada. El viaje demoró más de lo previsto y el parto se produjo en alta mar. Para mí Solfa es una especie de hijo melódico-espiritual, y aunque nací en tierra, en Barcelona, compartimos esta cosa de ser mediterráneos. Pero aparte de esto, tenemos poco que ver: él es un cantante melódico, yo un cantautor galáctico.

El Poble Sec de su infancia, ¿qué tenía para haber dado tanto talento?

Es un barrio de Barcelona que está entre la montaña de Montjuic y el Puerto. Es un barrio popular, obrero, de gente trabajadora. Un barrio como tantos de una ciudad portuaria y con vocación cosmopolita. Yo nací y me crié allí, hasta los 20 años. Es como el nido de mi infancia, una fuente de inspiración, o más bien de concentración del deseo poético, de la iluminación poética. Me considero un niño, y mi aspiración en la vida es volver a serlo. El barrio es ese espacio mítico al que me gustaría volver para siempre, aunque solo sea a través de las palabras.

Serrat es el guapo que ha triunfado y vuelve al barrio con cochazo y rubia. Yo vuelvo en patinete

Habrá cambiado tanto, que será difícil volver a aquel Poble Sec, ¿no?

Nada que ver, nada que ver. Totalmente irreconocible. Se ha perdido, como todo en España, esa época de los años 50, un país pobre, con las secuelas de una posguerra, pero con ganas de tirar adelante la gente, de buscarse la vida. Hoy ya somos un país rico, del primer mundo, hay libertad y democracia. Y sobre todo en Barcelona, y también en el Poble Sec, ha llegado el turismo, la marabunta moderna que lo arrasa todo, lo depreda todo, que lo deja todo como un baldío sin personalidad ni carácter. No nos hemos librado de eso. En las próximas décadas nuestro destino será ser una ciudad temática, y los que vivamos aquí seguramente nos harán una oferta que no podremos rechazar, nos iremos a vivir fuera y vendremos a trabajar aquí y a ejercer de barceloneses, para que los turistas, cuando vengan, vean que hay vida.

En una viñeta del cómic Sisa, una vecinas del barrio felicitan a Serrat pero Sisa pasa desapercibido. ¿qué ha supuesto ser el otro noi?

Con Serrat fuimos convecinos, y en este sentido él simbolizaría el guapo que ha triunfado y vuelve al barrio con un cochazo y una rubia imponente. Y yo soy el cantautor alternativo, por decirlo así, o underground. Y si he vuelto al barrio, ha sido en patinete.

¿Cuál era su modelo a seguir entonces?

Mi modelo fue Bob Dylan, cuya existencia descubrí cuando yo tenía 16 o 17 años, y me cambió la vida para siempre. No quise ser otra cosa. Si yo tuviera una religión, Bob Dylan sería Dios, Franco Battiato la Virgen María, y Bola de Nieve sería el Niño Jesús.

Cantó mucho en catalán. ¿Qué fue la lengua para usted, en sus inicios? ¿Una vía de expresión natural, una forma de oponerse a lo que había…?

Todo fluye naturalmente. Yo aprendí el español gracias a Franco, en la escuela, por obligación. Y el catalán era mi lengua materna, es la que hablo desde que nací, en la que pienso y sueño. Esto es un fenómeno que se ha dado en Cataluña no solo conmigo, sino con todos los de mi generación: afortunadamente, tenemos dos idiomas, lo cual siempre parece mejor que tener uno solo. En la escuela hablaba castellano, en casa catalán, en la calle en ambas lenguas…

¿Y a la hora de hacer música…?

Me salió del fondo expresarme en catalán. Era, como digo, la lengua en la que yo soñaba.

Si yo tuviera una religión, Bob Dylan sería Dios, Franco Battiato la Virgen María, y Bola de Nieve el Niño Jesús

Le he oído decir a menudo que no le gustan las etiquetas de canción protesta o canción social, pero, ¿sentía que entonces la música sí podía ser un instrumento para cambiar las cosas?

Yo soy un soñador del mayo del 68, y cuando empecé a cantar esto es lo que ocupaba todo mi horizonte vital, e ideal. Pero nunca he sabido hacer… Serrat hace magníficas canciones costumbristas, es el mejor. Y otros cantantes han hecho grandes canciones reivindicativas, ideológicas. Yo no he sabido hacerlo nunca, ni una cosa ni la otra. He preferido, cuando ya me asomé al mundo con la guitarra, la Incredible String Band o Tristan Tzara que la Canción Francesa o la canción política. Porque veía que los cantautores que hacían canción política tenían una parroquia de feligrseses que eran lo mismo que la misa dominical, es decir: iban los convencidos. A mí más bien me atraía la gente que no estaba muy convencida de nada, o convencida de otras cosas. Los heterodoxos, los eclécticos… Y de ahí nace también uno de los puntales de la visión galáctica.

¿Cómo surge, y cómo se define esa visión? ¿En qué consiste lo galáctico?

Es una manera de ordenar la realidad, basándose en una serie de principios. Hay un trípode sobre el cual podríamos sustentar el telescopio galáctico, que lo forman los valores de la contracultura de los años 60, los principios libertarios del anarquismo, y la idea y la filosofía de Francesc Pujols, que fue un filósofo catalán muy desconocido, incluso en Cataluña, pero muy interesante.

Se ha hablado mucho de Sisa como “anarquista vital”. ¿Eso es para toda la vida, o cambia con el tiempo?

Eso es como mi miopía física: algo que no te quitas de encima jamás.

Pero supongo que se manifiesta de forma diferente cuando uno tiene 30 años a cuando uno peina canas, ¿no?

Las ideas anarquistas en España siempre han tenido una gran aceptación estética, y en algunos casos teórica, y nula repercusión real: ni en la política, ni en la economía… Lo que nos queda es un regusto anarcoide que forma parte del alma española, pero poco más. Por otra parte, hay que decir que España fue el único sitio donde se intentaron unas comunas, durante la Guerra, pero duraron muy poco.

Hemos dejado de salir por los bares porque nos hemos hecho mayores. Hay que saber ocupar tu espacio

Hoy en Barcelona abundan las casas ocupas, hay mucho movimiento autoproclamado libertario, ¿tiene algo que ver con eso?

Creo que es la inercia, el eco de toda esa tradición oculta. En ese sentido está muy bien, me parece muy interesante. El riesgo de todo esto es caer en el puritanismo de la corrección política, que es lo que veo que muchos de estos movimientos padecen. A fuerza de buscar un sistema de valores que transformen la realidad, se cae en otro dogma. Y de dogmas ya estamos suficientemente servidos, sobran dogmas.

¿Hay motivos para sentir nostalgia de los tiempos de la sala Zeleste y la contracultura?

Todo eso son herencias, rastros, señales culturales que permanecen, en el sentido de que son muy reales. Un moderno diría que son muy auténticas, aunque pertenezcan a una época ya pasada. Lo interesante de la visión galáctica es que trasciende el tiempo. Y si una cosa era buena en el siglo XV, es buena ahora. Y si era horrorosa hace 40 años, sigue siéndolo hoy.

Otra etiqueta que le pusieron a menudo era la de bohemio. ¿Qué tipo de bohemia practicó?

Bohemio es un término vago, que hoy día no significa mucho. Cuando éramos jóvenes y frecuentábamos Zeleste, podíamos decir que lo éramos porque no nos gustaba trabajar, ni tener horario, y en cambio nos gustaba trasnochar y andar por los bares. Para mí el Zeleste fue mi residencia habitual, el cabaret galáctico, al que le dediqué una canción.

Los que hemos dejado de salir por la noche, ¿es porque nos hemos hecho mayores, o es que los bares han dejado de ser interesantes?

Porque nos hemos hecho mayores, y los bares los ocupan la gente hasta 40 o 40 y tantos años. Hay que saber ocupar tu espacio.

¿No es la juventud más sana, menos alcohólica hoy que antes? ¿Qué era para su generación el binomio alcohol-drogas?

Era una cosa normal. Sin eso no se entendía la vida. Yo creo que hoy la juventud sigue siendo igual, beben y se drogan como lo hacíamos nosotros. La juventud es lo mismo ahora que hace 50 o 100 años, en el sentido en que es la etapa en que la locura está permitida. Otra cosa es el momento histórico en que a uno le toque vivirla. En mi caso, por ejemplo, en los años 60 la juventud rompió con una tradición. Y esa tradición sigue rota, ¿por qué? Porque ha inaugurado otra tradición. ¿Qué decir del alcohol? Es la droga nacional española, y yo diría europea y mundial, o al menos mediterránea. Algo con lo que nacemos, morimos y convivimos. Y siempre ha sido así.

Que te prohibieran daba mucho rédito. Estimulaba al público en su acción contra la dictadura

De hecho, hay quien piensa que los enemigos de la cultura mediterránea, como el Daesh, en el fondo quieren acabar con el vaso de vino y el chupito de anís…

[risas] Pues eso no podemos consentirlo, jamás. Si es necesario, emprenderemos otra cruzada.

Conoció la censura gubernamental, ¿ha conocido también la del mercado? ¿Se parecen?

Yo la padecí en el 75, en el festival de Canet Rock, donde me prohibieron la actuación. Posteriormente, en aquella época tuve otras prohibiciones, pocas comparado con otros cantautores, a los que se les prohibía sistemáticamente. Por otra parte, esto de que te prohibieran daba mucho rédito. Estimulaba al público en su acción contra la dictadura.

Lo hemos visto hace poco con Luis Pastor, al que censuraron en Madrid y está dando ahora más conciertos que nunca…

Claro. Desde una óptica más abierta, tiene esa doble lectura. Pero no, yo no he sido un cantante censurado. Y por el mercado tampoco, el mercado come lo que le gusta, o lo más cómodo o lo más fácil. Y cuando uno sabe eso, no puede quejarse mucho, lo que haces es salir ahí, porque todos nos levantamos por la mañana y salimos al mercado, a vender lo nuestro. Unos lo consiguen otros no… pues espabílate, ya está. Yo he conseguido vender un poquito, y sin ser un artista comercial he conseguido vivir de la música. Eso para mí ya tiene un sentido. Más, no sabría qué decirte. Si tú quieres que te compren, haz un producto para que les guste a la gente. A la gente normalmente le gusta la mierda. Lo cual no quiere decir que todo lo que les gusta sea la mierda, de vez en cuando también van a comer a un restaurante con estrella Michelín. Pero eso es un día al año. La democracia entraña el asentimiento de grandes masas de gente dispuesta a hundirse en la mediocridad, y a ser felices con ello. Si sabes esto, tú sabrás lo que quieres darle…

En los últimos tiempos ha colaborado con Quimi Portet, la gente de Antònia Font y Manel. ¿Qué busca en los más jóvenes?

Me pongo las vendas de momia y el sombrero de paseo, y he ido a chuparles la sangre. Porque son jóvenes, y no se puede tolerar tanta juventud y tanto talento.

¿Cómo Mick Jagger y los Rolling cuando iba a Suiza a renovarse la sangre?

Exactamente, pero me sale más barato, no tengo que ir a Suiza y es muy agradecido y muy simpático.

Se ha hablado mucho de lo que supuso para usted su etapa madrileña, pero también tuvo un tiempo de frecuentar mucho Andalucía. ¿Qué huella le dejó?

Yo pasé un verano estupendo en Conil, en el ochenta y… ¡cinco! Yo ya conocía Andalucía, pero no había vivido allí. Me instalé allí, estuve unos cuantos meses, acamuflándome con el paisaje.

¿España se veía desde allí de una forma diferente?

No, se veían como desde todas partes. Precisamente, la visión galáctica se llama así porque es la medida, y dentro de la galaxia hay muchos sistemas diferentes. Desde cualquier sistema que escojas, desde el cual mirar, ves la galaxia entera o todo lo que puedes ver, y todos los sistemas tienen sus sentidos, sus porqués, y su interés. Conil, en ese sentido, era un sistema dentro de una galaxia llamada España, diferente de la perspectiva que podías tener si estabas en Barcelona o en La Coruña, pero básicamente era lo mismo. Veías la galaxia, es decir, veías España.

Los catalanes nos hemos sumido en un trastorno transitorio, del cual nos iremos recuperando poco a poco. Sobreviviremos

¿Cómo le explicamos a un paisano de Conil lo que está ocurriendo en Cataluña?

Mira, los catalanes nos hemos sumido en un trastorno transitorio, del cual nos iremos recuperando poco a poco. Sobreviviremos.

Un compañero suyo de los tiempos de la Nova Cançó, Lluis Llach, acabó de diputado. ¿le ha tentado alguna vez la política a usted?

No. Yo la política la tengo apartada de mi vida. Ahora mismo no me interesa nada. Es una actividad que, en fin, para que funcione la democracia parece ser que es necesaria, pero ni practico, ni milito, ni voto, ni me interesa. Los políticos más bien me dan penita. Les tengo un poco de compasión, pobres, tienen que mentir, hacer teatro, hacer y decir cosas desagradables, hacer el ridículo… No sé por qué se meten.

Dicen que el poder es una droga fuerte…

El poder debe de ser una droga máxima. Pero yo recordaría las enseñanzas de Don Juan de Castaneda: “Si aspiras a la sabiduría, procura poner en su lugar el poder, la clarividencia, el miedo y el cansancio”. Prefiero seguir por ahí. Antes que escuchar a un político, leo a Castaneda.

Usted definió a los catalanes como “judíos de segunda”. ¿Se lo perdonan todo?

Bueno, más que perdonarme todo, creo que no me acusan de nada, porque saben que yo soy un auténtico patriota: aspiro a una Cataluña galáctica, o sea, que se disuelva en sí misma. Y como lo quiero para Cataluña, lo quiero para el resto del planeta, naturalmente.

¿Cuánto es importante el humor en estas situaciones de crispación que vivimos actualmente?

En realidad, a los catalanes nos salva esa especie de socarronería profunda, que no es fácil que asome, pero cuando asoma nos falta. Sin eso sería imposible. Sin eso, habríamos entrado ya en una guerra civil, entre nosotros.

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© Alejandro Luque  · Parcialmente publicado en Eldiario.es

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