comunismo
El comunismo dominó gran parte de Europa suroriental durante décadas y aunque está en franco declive existen partidos comunistas, no siempre legalizados, en prácticamente todos los países mediterráneos.
Los orígenes del comunismo se remontan a la publicación del Manifiesto Comunista en 1848 por parte de los pensadores alemanes Karl Marx y Friedrich Engels; definió la lucha de clases como proceso necesario para transferir el control de tierras y medios de producción a la clase obrera y formar un Estado sin propiedad privada.
Durante el siglo XIX se daba por supuesto que esta lucha tenía que traducirse necesariamente en una revolución armada.
La frontera entre comunistas y socialistas era difusa, pero se cristalizó tras la fundación de la Comintern en 1915. Esta red alineó numerosas facciones radicales opuestas a la Primera Guerra Mundial y a la colaboración con los gobiernos «burgueses». Sin embargo, hasta hoy, numerosos movimientos de la órbita comunista o marxista radical utilizan la palabra «socialista» para definir su ideología.
A partir de la Revolución Rusa en 1917, que llevó al poder el partido comunista ruso dirigido primero por Vladímir Illich Lenin y después por el georgiano Josip Stalin, Moscú empezó a ejercer una gran influencia, incluso un control directo, sobre las agrupaciones marxistas en otros países.
De esta época data la aparición de partidos comunistas en casi todos los países de la región: Grecia (1918), Francia, Turquía, Irán (1920), España, Portugal, Rumanía, Bulgaria (1921), Palestina (1922), Líbano (1924)… Otros países tardaron más en establecer un partido formal: Iraq y Túnez lo hicieron en 1934, Egipto en 1942, Marruecos en 1943, Sudán en 1946, Bahréin en 1955…
Estos partidos, aunque normalmente minoritarios, unían redes sindicales e importantes intelectuales e influyeron a menudo de forma decisiva en la política. Muchos fueron prohibidos en las décadas siguientes o se escindieron en facciones rivales sin apenas influencia política.
Al terminar la Segunda Guerra Mundial, Moscú respaldo los gobiernos establecidos por partidos y milicias comunistas en los Balcanes y formó un bloque comunista considerado casi una prolongación de la propia Unión Soviética. Yugoslavia y Albania, no obstante, eligieron orientaciones propias, centradas en la figura de sus líderes vitalicios: Josip Broz Tito en Yugoslavia y Enver Hoxha en Albania.
Yugoslavia experimentó una forma de comunismo poco dogmático, con iniciativas privadas, cierta libertad de expresión y fronteras abiertas, lo que llevó ya en 1948 a su expulsión del bloque soviético y su acercamiento a Europa occidental y, más significativamente, a los países no alineados del Tercer Mundo.
Albania, por lo contrario, se mantuvo fiel a Moscú hasta 1960, pero no aceptó el rumbo de reformas soviéticas tras la muerte de Stalin, mantuvo un comunismo dogmático (hoxhaísmo) y se alió con China.
Aparte del bloque de Europa del Este, varios países mediterráneos estuvieron dirigidos por partidos marxistas en la segunda mitad del siglo XX: En Iraq, el partido comunista, sin ser legalizado, dominaba la sociedad civil y sus miembros formaban parte del gobierno a finales de los años cincuenta. Argelia se declaró socialista al alcanzar la independencia en 1963 y su constitución de 1976 reforzó este rumbo, abandonado en 1989. En Etiopía —que entonces incluía Eritrea—, una organización marxista, conocida como Derg, derrocó al emperador Haile Selassie en 1974 y dirigió el país con mano dura hasta ser expulsada por una guerra civil en 1991. Y en Yemen del Sur, los partidos comunistas dirigieron el país casi desde su independencia hasta su reunificación con Yemen del Norte en 1990.
Aunque nunca llegaron al gobierno, excepto como socios menores de coalición, varios partidos comunistas europeos occidentales alcanzaron altas cotas de influencia: el francés consiguió un 28% de los votos en 1946, el italiano incluso el 34% en 1976, el portugués el 19% en 1979, el griego un 14% en 1989. Hasta hoy, en prácticamente todos los países mediterráneos existen partidos comunistas o marxistas, aunque muchos con presencia apenas testimonial.
En muchos países mediterráneos, desde España a Marruecos e Iraq, los partidos comunistas o marxistas abanderaron un cambio social que reducía la influencia de la religión en la vida cotidiana, pugnaban por la igualdad entre los sexos e hicieron surgir movimientos feministas, sobre todo en los años sesenta y setenta. Aun cuando su influencia parlamentaria era muy reducida o nula, los activistas, incluso desde la clandestinidad, dejaban su huella en la evolución de la sociedad. Hasta hoy, la imagen del revolucionario comunista cubano Che Guevara es muy popular en los movimientos obreros desde Turquía a Marruecos, pasando por Palestina.
Reforma
Después del hundimiento de la Unión Soviética en 1991, casi todos los partidos comunistas del antiguo bloque pro-soviético se transformaron en partidos socialdemócratas y muchos de ellos participan hoy en gobiernos de coalición. Las excepciones son Rumanía, donde el partido comunista no tiene heredero, y Moldavia, donde dirigía el gobierno entre 2011 y 2009 y sigue siendo el partido más votado.
En el resto del mundo mediterráneo, algunos partidos comunistas iniciaron profundos cambios ideológicos y adoptaron un rumbo reformista y participativo, a veces cambiando de nombre, otros se fueron fragmentando en un sinfín de grupos, como ocurre en Francia y Marruecos.
En las elecciones francesas de 2008, la izquierda radical obtuvo el 11% de los votos, pero dividida en más de cinco facciones distintas, en las marroquíes de 2007, seis formaciones de izquierda histórica obtuvieron juntos el 13%, aunque la mayor de ellas, el PPS, se considera ex comunista.
Otros partidos entraron en un serio declive: el español bajó en 2008 al 3,8%, y en Italia, ninguno de los dos partidos comunistas, herederos de la antaño prestigiosa formación disuelta en 1991, consiguió un escaño en el Parlamento. El histórico partido comunista de Iraq, durante muchas décadas en la clandestinidad, implosionó cuando declaró en 2003 su apoyo a la invasión estadounidense. En Argelia, por otra parte, el Partido de los Trabajadores de Louisa Hanoune se situó como quinta fuerza del Parlamento con el 5%.
En tres países mediterráneos, la tendencia fue la contraria: en Portugal, el voto combinado del Partido Comunista y el Bloque de Izquierda, con una orientación marxista moderna, alcanzó el 14% en 2007. En Grecia, Partido Comunista e Izquierda Radical consiguieron juntos un 13% el mismo año y en mayo 2012 subieron al 24% y en junio del mismo año al 31,5 %, con Izquierda Radical siendo el segundo partido más votado del país.
En Chipre, el candidato del partido comunista AKEL ganó las elecciones presidenciales en 2008 y convirtió el país en el único estado de la Unión Europea dirigido por un gobierno marxista, aunque no se apreciaron cambios sustanciales de política interior.