Crítica

¿Un cóctel imposible?

Alejandro Luque
Alejandro Luque
· 6 minutos
valenzuela-tangerina

Javier Valenzuela
Tangerina

Género: Novela
Editorial: Martínez Roca
Páginas: 328
ISBN: 978-84-2704-159-2
Precio: 5,95 €
Año: 2015
Idioma original: castellano

Las portadas, se supone, sirven para incitar a la lectura, o al menos a la compra. Sin embargo, la de Tangerina –esa dama entre lánguida y seductora, recortada sobre un fondo de filigranas orientales– a mí me ha mantenido alejado de la novela bastante tiempo, pues veía en ella un señuelo para fans de El tiempo entre costuras, o algo peor. Al final, la firma de Javier Valenzuela, periodista de larga y múltiple trayectoria, me animó a hincarle el diente. No es que todos los periodistas estén dotados para la novela por el hecho de pasarse la vida escribiendo, pero en este caso el buen oficio, sumado a un nada desdeñable conocimiento de Marruecos, servían de entrada como presunción de solvencia.

Funde una guía de Tánger, un homenaje a la literatura, un fresco histórico y una trama negrocriminal

En efecto, Valenzuela no solo no ha querido despachar su debut literario con cuatro lugares comunes y una trama de plantilla, sino que ha ido a por todas desde el principio: primer punto a su favor. Al poco de adentrarnos en Tangerina, nos damos cuenta, de hecho, de que se trata de una empresa muy ambiciosa. En un mismo volumen, el granadino funde una guía de Tánger, un homenaje a la literatura que ha generado la ciudad desde antiguo, un fresco histórico y una trama negrocriminal con trasfondo de actualidad. Un cóctel tal vez imposible, pero Valenzuela no lo sabe. O finge no saberlo. Y, como ya hemos señalado alguna vez en esta página, también en literatura es mejor derribar el listón tratando de superarlo, que pasar por debajo sin rozarlo, a gachas.

Las letras españolas no han logrado aún, que yo sepa, poner a un marroquí como protagonista de sus ficciones –como sí ha hecho, por ejemplo, Mathias Énard en Calle de los Ladrones–, pero al menos Sepúlveda, el personaje central de Tangerina, profesor del Instituto Cervantes, tiene novia marroquí. Y una novia despañuelada, inteligente y bastante dueña de su destino, sin complejos coloniales ni perniciosas sumisiones. Eso ya es mucho, tal y como están las cosas por el norte de nuestro sur.

Lo bueno de las novelas detectivescas sin detective, sin policía, es que pueden romper esquemas

Un amigo de Sepúlveda ha sido acusado de abusar de una camarera de piso del hotel Minzah, y ese es el punto de partida para que el profesor, con toda su buena intención, inicie una investigación para ver si hay algo oscuro detrás de la denuncia. Lo bueno de las novelas detectivescas sin detective, sin policía, es que pueden romper los esquemas más rígidos del género y rebajar ese tufillo fascistoide que, al decir del maestro Pérez Merinero, han tenido siempre los guardianes de la ley excesivamente celosos.

El espontáneo detective Sepúlveda, por ejemplo, se sirve como herramienta de trabajo de nada menos que del escritor Mohamed Chukri. Toda una temeridad por parte de Valenzuela, pues resulta dificilísimo, incluso para los escritores más avezados, dar vida convincente a una figura real que, además, muchos de sus lectores pueden haber conocido en persona. El riesgo de que se convierta en una marioneta y no en un personaje de carne y sangre caliente está ahí, y de hecho hay algunos momentos en que parece desinflarse. Por suerte, podemos decir al final que Valenzuela pasa la prueba que se ha puesto a sí mismo, y de paso hace una bonita reivindicación del gran escritor marroquí, a quien le unía una vieja amistad.

Paralelamente al desarrollo de la trama de Sepúlveda, se nos invita a viajar en el tiempo para conocer, cómo no, el Tánger Internacional, de la mano de la historia de los padres del protagonista. Aquí uno de los peligros a conjurar es cierta estetización sentimental del pasado, y Valenzuela lo hace sabiendo a qué brújula agarrarse: menos María Dueñas –dicho sea con el mayor respeto– y más Ángel Vázquez. Es verdad que ese otro jardín en el que se mete el narrador debutante se salda a menudo con descripciones de vestuarios o ambientes donde se nota demasiado la tarea de documentación y hemeroteca, pero nunca llega a sucumbir al cartón piedra.

Incluso en los pasajes más arriesgados, aquellos en los que aparecen personajes famosos reales como Emilio Sanz de Soto o Jane y Paul Bowles, uno teme que aquello se convierta en una de esas películas de Woody Allen, como Midnight in Paris, donde pasan una tras otra todas las celebrities de la época haciendo exactamente lo que se espera de ellas según el tópico menos imaginativo. Sí, Valenzuela se expone él solo a esos desastres, pero los sortea con arte, apoyándose en la fuerza iconográfica de la ciudad para reforzar y hacer verosímil la trama.

La novela recorre con cierta nostalgia la geografía del Tánger pero no se limita a la postal

El Minzah, el Gran Café de Paris y el Central y Le Détroit, el Tingis y el Hafa, el Zoco Chico, la librería des Colonnes y el boulevard Pasteur, la novela recorre con cierta nostalgia la geografía del Tánger que fue y se resiste a dejar de ser, pero no se limita a la postal: en lugar de mostrar, como han hecho tantos, el típico escenario de exotismo y subdesarrollo, Valenzuela demuestra que Marruecos puede ser el telón de fondo de otro tipo de tramas, como una modernísima y sucia guerra por el control de las telecomunicaciones.

En definitiva, y a pesar de ponérselo muy difícil a sí mismo, el autor de Tangerina sale airoso del envite, tal vez mejor en la resolución de la historia contemporánea que de la de los años 50, que se antoja un pelín forzada. Pero no puede negarse que con esta obra ha sumado un título más, y muy digno, a esa larga tradición a la que rinde tributo, y ha demostrado cualidades suficientes para que le sigamos la pista de aquí en adelante. Es más, ya está anunciada una segunda entrega de la saga, un nuevo desafío para Sepúlveda y para los diseñadores de portadas: se titulará Limones negros.

·

¿Te ha gustado esta reseña?

Puedes ayudarnos a seguir trabajando

Donación únicaQuiero ser socia



manos