Opinión

¿A quién le importa Kobani?

Karlos Zurutuza
Karlos Zurutuza
· 6 minutos

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Han sido 135 días de resistencia heroica indudable y, no lo olvidemos, ataques aéreos de la llamada “Coalición Internacional”. Kobani ya está oficialmente liberada. Durante más de cuatro meses, la pequeña ciudad fronteriza ha sido el escaparate a través del cual el resto del mundo descubría que en Siria también hay kurdos, y que éstos defienden la primera trinchera frente al Estado Islámico (ISIL). Y también ha servido para destapar a los ojos del gran público la postura de Turquía, que bloqueaba la entrada de ayuda humanitaria al enclave mientras facilitaba la de los yihadistas.

Parafraseando al propio Recep Tayyip Erdogan, el actual presidente turco, varios analistas y medios de prensa esgrimen argumentos como el de que Turquía “no quiere una región autónoma kurda en Siria similar a la de Iraq”. Está claro que se ha hablado mucho de Kobani durante estos cuatro meses, pero prácticamente nada con los kurdos de Siria.

Ankara y Erbil han sido aliados estratégicos en episodios como el embargo al que ambos han sometido a Rojava

No cabría mejor escenario para Erdogan. No en vano, Ankara produce prácticamente todo lo que importa Erbil y firma importantes contratos con ésta para asegurar su suministro energético en el futuro. Además de unas excelentes relaciones comerciales, Ankara y Erbil han sido aliados estratégicos en episodios tan vergonzantes para los kurdos como el embargo al que ambos han sometido a Rojava durante los últimos años. Todos vimos las imágenes de los peshmergas entrando en Kobani para ayudar “a sus hermanos kurdos”, pero no aquellas que les retrataban cavando una zanja en su frontera para impedir la entrada de todo de suministros, vitales para los kurdos de Siria.

Erdogan apostaría sin vacilar por un “Barzanistán” en Siria: las empresas turcas se encargarían de su reconstrucción alimentadas por el petróleo barato del cantón de Yazira, y lo que es más importante: Ankara contaría con un nuevo aliado estratégico para contrarrestar la influencia de Irán en la región desde la misma Siria.

Pero resulta que el modelo que persiguen los kurdos de Siria nada tiene que ver con el de los de la vecina Iraq. Desde que fuera establecido en la clandestinidad en 2003, el PYD (Partido de la Unión Democrática), que lidera el movimiento revolucionario en el norte de Siria, se ha definido como “un partido que comparte la ideología del PKK”.

Barzani gobierna un Estado de facto pero Kobani le recuerda que el PKK sigue siendo la referencia política kurda

“Los Estados solo administran mientras que las democracias gobiernan. Los Estados están fundados en el poder, las democracias están basadas en el consenso colectivo”, escribía Abdullah Öcalan hace ya diez años mientras detallaba el concepto de “Confederalismo Democrático”.

La primera puesta en práctica de dicho modelo ha llegado de la mano de los kurdos de Siria en los tres enclaves –Afrin, Kobani y Yazira- bajo su control. Su apuesta, que es la de Öcalan, no desafía la territorialidad de Oriente Medio, pero sí a los órganos de poder. Hablamos de municipalismo y descentralización frente al centralismo monolítico endémico a la región. O lo que es lo mismo, “comunidades que toman y ejecutan sus propias decisiones; democracia radical; autodeterminación directa”, como trasladaba a este medio Salih Muslim, co-presidente del PYD.

Muñecas rusas

Barzani gobierna un Estado de facto pero Kobani le recuerda, tanto al kurdo como a Erdogan, que el PKK sigue siendo la fuerza política y social principal de entre un pueblo de 40 millones de individuos. Tras haber dado sus primeros pasos en el norte de Siria, el Confederalismo Democrático puede continuar su andadura hacia el norte de Kurdistán. Al “Estado dentro del Estado” turco se le podría sumar una miríada de “micro-estados” kurdos. Erdogan, que insiste en verse en el espejo como el gurú del otomanismo 2.0, se vería obligado a gestionar una Turquía reducida a un juego de muñecas rusas.

Y no es el único preocupado. Masacrados por el ISIL y abandonados por los peshmerga en agosto de 2014, los yezidíes del Kurdistán iraquí enarbolan hoy la banderas del PKK, los que les socorrieron, mientras reclaman su propia región autónoma. Al igual que su vecino turco, Barzani identifica “autonomía” con “separación” y se lleva las manos a la cabeza. Por si fuera poco, se trata de una demanda que tiene un antecedente en otro proyecto para una región autónoma, la de los asirios, cuyo territorio continúa bajo control del ISIL.

En su último libro Out of Nowhere: The Kurds in Syria in Peace and War (Hurst&Co, 2014), el experto en Kurdistán Michel M. Gunter asegura que tanto los kurdos como el ISIL juegan un papel fundamental a la hora de redefinir el mapa de Oriente Medio. Entre otros paralelismos, el académico estadounidense subraya el de que ambos han establecido “modelos trans-estatales tras el vacío de poder dejado por el colapso virtual de los Estados sirio e iraquí”.

Desafío regional

Hablamos de Turquía, Siria e Iraq, pero sin pasar por alto la reciente ofensiva de Teherán contra los kurdos en su territorio. Históricamente enfrentadas, las potencias regionales en Oriente Medio se unen, e incluso llegan a simultanear ataques cuando se trata de los kurdos. Lo dicho, la “cantonización” no desafía a las fronteras trazadas hace casi ya un siglo; va mucho más allá.

Por el momento, Kobani ha marcado un punto de inflexión en el hasta ahora imparable avance del ISIL, que también empieza a dar muestras de debilidad en Mosul (se habla incluso de deserciones). La ciudad mártir recuerda a las fuerzas “tradicionales” en la región que el souflé wahabí acabará por desinflarse, pero que los kurdos se quedarán donde siempre han estado.

“Kobani marcará un antes y un después”, transmitía a este mismo medio el pasado otoño Redur Xalil, comandante y portavoz de las YPG. El tiempo dirá si el miliciano estaba en lo cierto, pero todo apunta a que, muy probablemente, sean los kurdos los que tengan las nuevas llaves de Oriente Medio.