Crítica

El ojo vago

Alejandro Luque
Alejandro Luque
· 4 minutos
Fuego en el mar
Dirección: Gianfranco Rosifuego-rosi

Género: Documental
Produccción: Rai Cinema, Arte
Guión: Gianfranco Rosi
Duración: 109 minutos
Estreno: 2016
País: Italia
Idioma: Italiano Inglés
Título original: Fuocoammare

Son muchos los que se asombran de que un cineasta como Gianfranco Rosi, de producción rala y discutible, posea un León de Oro y un Oso del mismo metal, más de lo que algunos grandes maestros no llegaron nunca a ver en sus vitrinas. Lo cierto es que sus últimas películas hemos tenido que verlas condicionados, precisamente, por el peso de estos galardones, de modo que resulta difícil no preguntarse qué vio el jurado, presidido por Meryl Streep, que consagró la cinta.

Por una vez intentaremos saltarnos esta especulación y ver por nuestra cuenta. Y lo que vemos es un filme que tiene mucho en común con el anterior trabajo de Rosi, Sacro GRA. Si en éste se ocupaba de la periferia de Roma, en Fuego en el mar se trata de la periferia de Europa. En concreto, de Lampedusa, en el archipiélago de las Pelagias, más próximo a la costa africana que al suelo italiano, que en los últimos años ha recibido la llegada de nada menos que 400.000 inmigrantes de toda procedencia (Argelia, Nigeria, Somalia, Siria, Libia…) y ha visto perecer en sus aguas a más de 15.000.

En su propuesta, Rosi usa la misma fórmula que tan buenos resultados le dio en Sacro GRA: mostrar una galería de personajes más o menos singulares que, convenientemente montados, acaben mostrando el panorama humano, múltiple y genuino, del lugar en cuestión. Aquí se ve, no obstante, la primera flaqueza de la película, pues el director no ha tenido tanta suerte esta vez como en su rodaje anterior. Las figuras del locutor de radio, del ama de casa y su hijo marinero o del buzo carecen del gancho que tenían sus criaturas romanas. Solo dos personajes, un niño aficionado a los tirachinas y un doctor, logran seducir al espectador, pero se trata de un protagonismo demasiado difícil de sostener. La vida en la isla debe de transcurrir de un modo bastante lento y anodino, y se corre el riesgo de que ambas cualidades se trasladen al documental.

¿Habría bastado otro nombre, otro color de piel, para formar parte de los parias?

No obstante, Rosi contrapone ese tedio vital al drama casi cotidiano de los barcos cargados de seres humanos desesperados, deshidratados, cuando no fallecidos antes de cumplir su sueño. Ni siquiera necesita mostrar demasiado para cortarle el cuerpo al espectador: basta reproducir una comunicación de radio. Y aunque el director sabe que la prensa y la televisión han contado Lampedusa hasta la saciedad, hasta la insensibilidad, confía en la fuerza de la pantalla grande para sacudir una vez más, para obligar al espectador a ver lo que no quiere ver. Como al chaval al que colocan un parche para obligarle a ejercitar un ojo vago, Rosi cubre y descubre el ojo de la costumbre para que pongamos a trabajar el del estupor y la indignación.

Por momentos, el director trata de darle un envoltorio estético al drama, como se envuelven esos famélicos hombres y mujeres en los reflejos dorados de las mantas térmicas. Asimismo, no deja de ser curioso que Rosi, nacido y criado en Eritrea, contemple a través de la lente a sus lejanos compatriotas, y ese hecho sea, en sí mismo, una metáfora de los azares que llevan a unos a llevar una vida serena y acomodada, y a otros los lance a una aventura cruel, con muchas posibilidades de acabar mal. ¿Habría bastado otro nombre, otro color de piel, para formar parte de los parias?

No será una gran película, pero el problema que refleja lo es. Rosi lo ha intuido, el espectador lo percibe. Y quienes han designado Fuego en el mar para representar a Italia en los Oscar, lo confirman.

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