Crítica

Letizia y sus amores

Alejandro Luque
Alejandro Luque
· 5 minutos

La fotógrafa de la mafia
Dirección: Kim Longinotto

Género: Documental
Guion: Kim Longinotto
Partícipes: Letizia Battaglia
Produccción: Lunar Pictures et al.
Duración: 94 minutos
Estreno: 2019
País: Irlanda
Idioma: italiano (subtitulado)

Letizia, ¿quién no la conoce? No, esa no. La fotógrafa, digo. La mujer del cabello teñido de rojo chillón, la anciana de los ojos pequeños y penetrantes. La que nos legó las más reveladoras imágenes de los años sangrientos de la mafia siciliana, maestra del fotoperiodismo, autora de catálogos cotizadísimos, personaje inolvidable en un montón de películas, desde Wenders a Franco Maresco. Y ahora es ella la que protagoniza un documental. ¿Qué puede contarnos que no nos haya contado ya?

La respuesta elemental es que a Letizia Battaglia hay que escucharla siempre. En calidad de testigo privilegiado, de artista y de ejemplo cívico. Deben escucharla los mayores olvidadizos y los jóvenes ingenuos, los ciudadanos comprometidos y los frívolos y cobardes: es imposible no aprender de ella. Tan extravagante, tan loca como parece, no da puntada sin hilo cuando se trata de hablar de la sociedad siciliana y su principal lacra, el fenómeno mafioso.

Pero este filme de la británica Kim Longinotto, que podemos ver hasta final de mes en Movistar+, no solo recoge sus estremecedoras intantáneas y sus opiniones demoledoras. La principal aportación, y adelantamos que valiosísima, es a la persona que hay detrás del personaje. Y tal vez no nos sorprenda descubrir que la forja de esa mujer única, el germen de su valentía sin parangón, tiene mucho que ver con el enfrentamiento con el modelo patriarcal italiano en el que creció desde niña.

Una figura como Letizia Battaglia no se entiende sin la rebeldía ante la autoridad paterna y la del marido

Esa lucha no se ha inventado ahora, claro. Una figura como Letizia Battaglia –nos lo explica ella misma–, no se entiende sin la rebeldía ante la autoridad paterna, primero, y ante la del marido. Una doble emancipación que va a hacer que, cuando llegue el momento y las carambolas del destino la conviertan en fotógrafa de prensa, esa chica esté dispuesta a todo.

El documental de Longinotto se titula originalmente Shooting the mafia, haciendo un juego de palabras entre el disparo de la cámara y ese otro al que tan aficionados eran los esbirros de Cosa Nostra. Sin embargo, podría haberse titulado Letizia y sus hombres, pues es a través de ellos como se cuenta su peripecia. Desde su temprano amante Santi Calecan, hoy devenido en anciano amigo y confidente, a su tardío romance con ese joven Roberto Timperi que ha dado pie a varias toneladas de chismes, pasando por el inolvidable compañero de batallas Franco Zecchin, la cinta explica la compleja personalidad de la protagonista con los hombres de su vida como referencia.

Con el apoyo de imágenes cinematográficas muy bien escogidas, se habla con mucha claridad de la miseria moral y económica de la que surge la complicidad mafiosa, pero también, sin necesidad de enfatizarlo demasiado, de cómo ese sustrato era y es profundamente machista. Y se entiende por qué Letizia Battaglia llegó más lejos que nadie en su empeño de contar aquellos años en imágenes: basta ver el retrato que hizo de Luciano Liggio, uno de los más poderosos y crueles capos de todos los tiempos, para descubrir que una fotógrafa, una mujer, podía ser un agravio insoportable para un mafioso esposado; pero también para saber que a alguien que se ha sobrevivido tantas veces a sí misma no hay quien le pare los pies.

Battaglia ha sabido también retratar la belleza que brota en los vertederos de la Historia

Los hombres de Letizia también se llamaron Giovanni Falcone y Paolo Borsellino. Oírla hablar de ellos es en sí mismo una prueba de que el amor, la admiración, la lealtad, los mejores sentimientos de la fotógrafa se dirigen hacia estos dos héroes que fueron masacrados por el poder mafioso. En el extremo opuesto, el perfil del psicópata, Totó Riina, que no inspira tanto miedo como asombro. Cuando fue detenido y puesto ante el juez, explica Battaglia, no podía creerse que aquel tipo achaparrado, aquel cazurro, hubiera sido el responsable de los ríos de sangre vertidos sobre Palermo y Sicilia toda durante más de una década, llevándose por delante a jueces, policías, periodistas, ciudadanos inocentes…

El espectador descubrirá o recordará todas esas imágenes truculentas, pero también el modo en que Letizia Battaglia ha sabido también retratar la belleza que brota en los vertederos de la Historia, la alegría contracorriente, la dignidad de las víctimas, como ese bellísimo primer plano de Rosaria Schifani, la viuda del policía Vito Schifani, víctima del atentado de Capaci, y protagonista de uno de los discursos más conmovedores de la Historia de Italia. Mujeres que enterraron a sus hijos y a sus maridos, mujeres enormes que lloran y gritan en las imágenes de archivo, mujeres irreductibles, inderrotables. Battaglia también estuvo ahí para inmortalizarlas.

En los primeros fotogramas del filme, la fotógrafa manifiesta haber tenido deseos de quemar todos sus negativos, pero no se sintió con derecho a hacerlo. Tenía razón. Su trabajo pertenece a la memoria colectiva, a Sicilia y la Humanidad. Debemos seguir viéndolo, estremeciéndonos con él, reflexionando, aprendiendo. Y gritando a coro: Larga vida a Letizia, larga vida a la reina.

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